Hola de nuevo,
Entre los muchos relatos que tengo,(no son tantos en relaidad) he escogido este, no se, me gustó mucho, creo que esta bien, no os quedéis con los fallos gramaticales que, supongo que serán abundantes en los relatos que haga. Quedaros con el relato en si. Quien haya leido algo de Edgar Allan Poe, encontrará muchas similitudes con este relato, de hecho, este podía ser un relato para la revista Blackwood, el que no lo haya leido, no se a que espera, es el mejor.
"ADICTO AL CENTRIGUFADO"
Salí a dar un paseo, estaba en mi casa refugiado, harto de traducir textos ingleses de tiempos pasados. Necesitaba ese descanso, esa sensación de sentir aire fresco en la cara y saber que soy alguien y no sólo ese estúpido cesto de aire que creo que soy desde hace algún tiempo.
La polución de la ciudad aumentaba en verano, especialmente en este caluroso mes de agosto, a mi gran amiga de dos orificios le costaba respirar con tanto polvo en el ambiente. Llegué hasta el parque Torbido, el parque más verde que jamás llegaran a presenciar en vida, lleno de árboles enormes, grandes céspedes y cómodos bancos donde pasar un instante de la vida, allí respiré profundamente. Mis antiguos pulmones se llenaron de vida una vez más, y otra, y otra, tanto me gustó esta acción que respirar fue una de mis aficiones favoritas desde entonces. Hasta entonces solo la consideraba una acción involuntaria de poco agrado pero que era necesaria para la vida. Pero allí estuve en el parque disfrutando de mi descubierto nuevo hobby, feliz sin ninguna otra preocupación en aquel momento. Sabía que la felicidad no era duradera, desde luego no había nada que por el momento me lo hubiese mostrado. Pero de pronto se me ocurrió una gran idea, una idea que rondaba mi cabeza desde hace algún tiempo y hoy decidí ponerla en práctica.
Llegué a casa dispuesto a darme un baño de multitudes, mi caso era especial, ya que, a las multitudes a las que me refería era mis ropas de trabajo, groseros trapos de cocina, infantiles fundas de cama y un sin fin mas de atavíos de tela. Entusiasmado por mi nuevo hobby, el cual, aun no lo había probado, pero que su idea me fascinaba, metí todas las ropas en un precioso cesto de mimbre que tenía rosas decoradas. Bajé saltando y bailando las escaleras hasta el cuarto de las lavadoras, no se si ustedes habrán visto muchos cuartos de lavadoras en su vida, espero que no, por que son un espectáculo dantesco, siempre había bajado allí con una mueca de estupor, y una sincera expresión de asco, pero esta vez era diferente, llevaba una gran y escalofriante sonrisa.
Empecé a sacar la ropa del cesto de mimbre, mi pulso estaba acelerado, más de lo normal, y mi pulso era desastroso, dudo que me hubiesen contratado de camarero en ese instante, pero me daba igual no ser camarero, iba introducirme en la lavadora con el resto de mis ropas, no es algo maravilloso. Como era la primera vez no activé la función de prelavado, era mi primera vez y no quería que fuese un viaje completo, solo una pequeña prueba. Dejaba el resto de las funciones para una futura ocasión.
Allí estaba yo dando vueltas riendo como un chiquillo en la feria, no puedo describir la felicidad que sentía. Empezó a llenarse de agua, poco a poco, gracias a dios no estaba muy fría, era caliente y se agradecía, al rato, empezaron las vueltas, primero despacio, lentas, pausadas y cada vez mas rápido, más agua. Vinieron los primeros golpes en la cabeza, pero estaba tan excitado que no me importaban, allí estaba nadando, bailando con mis camisetas y con mi pantalones. De pronto un terrible crujido me sobresaltó, no le di más importancia ya que, era mi brazo izquierdo, se acababa de romper de una violenta forma, pero estaba ocupado tratando de tapar una gran hemorragia que tenía en la cabeza, además no era zurdo, con lo cual tampoco me importaba en gran medida. Para tapar la hemorragia utilicé el trapo de cocina verde que de tantos líos me había salvado en anteriores ocasiones, y en esta divertida ocasión también estaba allí dándome su total apoyo.
Fue todo perfectamente hasta que empezó a salir el jabón, no trate de taparme los ojos, si no que traté de abrirlos a más no poder, se me metió una considerable cantidad de jabón en ellos, pero traté de mantenerlos abiertos, por nada del mundo quería perderme aquel maravilloso acontecimiento. Era una sensación horrible, hubiese pagado 3 años de mi sueldo por no tener ojos en aquellos momentos, pero así lo tenía decidido y no los cerré. Una gran multitud de lágrimas recorrieron mi cara durante largos minutos, eran lágrimas de felicidad, que saltaban de mis ojos, era el jabón quien las estaba echando sin mi consentimiento. Pero que podía hacer yo, pelearme con el jabón, jamás se me habría ocurrido intentarlo, era mucho más fuerte y sabio que yo, además no se pelear solo con un brazo y mientras estoy dando vueltas. Así pues, dejé tranquilo que el detergente se metiese por donde le viniese en gana, ojos, orejas y nariz sus lugares predilectos, dejó tranquila mi boca pues no quería pagar el alto peaje de mi lengua.
No se si era por el efecto de la pérdida de sangre, el dolor de mi brazo izquierdo o por la gran cantidad de jabón que tenían dentro de mi cabeza, pero empecé a marearme un poco. Yo era una persona de marearse poco, como no sabía muy bien como actuar en estos casos, opté por mantener la calma y tratar de no desmayarme. Al poco rato vomité, y me estuve riendo un rato, me parecía una tremenda ironía vomitar la ropa que estaba allí para lavarse. Me percaté que no era el dolor, ni la sangre ni nada de eso lo que me había echo vomitar, eran las vueltas que daba allí dentro, llevaba un rato y no me había dado cuenta que estaba dando vueltas, llevaba tanto tiempo dentro de la lavadora que se me hacía una situación normal.
De pronto, los giros pararon, sabía por que sucedía esto, estaba a punto de llegar al final de mi viaje, era la hora del centrifugado. Me preparaba para unos giros mucho más violentos y veloces que hasta ahora, una gran sonrisa iluminó la lavadora y por lo que creo también iluminó parte del cuarto de lavadoras. Empezaron las vueltas, violentas, rápidas, innumerables, letales, al rato un horrible sonido me sobresalto tanto que casi salgo de un salto de la lavadora. Mi cuello se había roto, la verdad es que había aguantado mucho más de lo que en principio pensé, no estaba triste había resistido con bravura durante largo rato haciéndome disfrutar mucho, no podía enfadarme con él, no se lo merecía. Así fue como terminó mi gran afición que por suerte o por desgracia solo pude disfrutarla una vez, había pagado un alto precio por probarla, pero bueno se han llegado a pagar precios más altos por otras tonterías, así que no estaba triste sino muy feliz. Lo último que pude ver, era el cuarto de lavadoras dando vueltas a mi alrededor antes de cerrar para siempre los ojos.