PERGAMINO XIV
“ EL HOMBRE SIN SOMBRA”
Hace unos días, sin yo quererlo, ni siquiera pensarlo, me vi envuelto en un cúmulo de desgracias, una serie de importunismos si desean llamarlo así, en las que para bien o para mal perdí mi sombra. Sí, mi sombra, a la que tanto quería y apreciaba, me fue arrebatada. En realidad más que una pérdida fue un hurto, sustracción, robo…o como lo quieran llamar (Se dan cuenta de que cuanto peor es la palabra más sinónimos tenemos), pero no me gusta esa categoría de palabras, por eso digo que la perdí.
Estaba yo, un sábado cualquiera, soleado y veraniego dando mi tradicional paseo de los domingos con la ropa del jueves. Tranquilamente tarareaba, dejaba que las notas musicales como la re y la do saliesen de mi boca, pero, amigos, aquí nunca había sitio para al fa, ya que desde niño tengo hacia ella un odio bastante irracional. Pues iba yo silbando cuando de repente noté que algo contundente golpeaba mi quebradiza espalda. Acto seguido decidí desmayarme, bueno tampoco fui yo el que lo decidí, sino mi cuerpo. Al poco rato me desperté, estaba bastante desorientado y sentía un gran dolor en la zona de la espalda. Recogí mi sombrero marrón del suelo, lo sacudí suavemente contra mi regazo para limpiarlo y me lo puse de nuevo. Restándole importancia a lo sucedido, continué con mi paseo. Debió pasar como media hora, la verdad es que no tengo muy buena noción del tiempo, pero llegué a un semáforo, el hombre estaba rojo de furia, por eso, concluí esperar a que se calmase. Distraído, mientras esperaba me quede embobado mirando al suelo, alcé mi vista un segundo pero rápidamente la volví a bajar. No quería que lo que creía haber visto fuese verdad, pero al bajar la vista de nuevo me topé con la cruda realidad. Mi sombra había desaparecido. Me tiré al suelo lamentándolo, sollozando, arrodillado estaba ante tamaña pena.
Reirán ustedes para sus adentros, quizá la exterioricen, pero asegurándose que hay alguien cerca, contagiándoles la misma. Sí, siempre que puedan hagan reír a los demás conocidos o no da lo mismo, ustedes hagan reír, mírenme que bien me va. Reirán decía pensado en mi alta preocupación por una simple sombra. Puede que parezca exagerado, hágamelo saber si es así y me detendré de inmediato… veo que estarían tan inquietos como yo. Y es que una sombra no solo sirve como compañía, o como espejo improvisado para terminar de arreglar ese pelo rebelde en la calle. Una sombra es mucho más, una sombra es la forma perfecta para saber si el sol ha salido o simplemente se trata de una fría luz artificial. Supongo que ustedes, sabios lectores, habrán notado la diferencia entre una sombra proyectada por el sol y otra forjada por la luz artificial. Cuando el sol se mantiene en el cielo, como el nómada pasivo, nos bastará con mirar hacia el suelo para ver nuestra anhelada sombra. Dependiendo de la posición del Sol, la sombra cambia su lugar, pudiendo ser esta zona, delante de nosotros, detrás, a los lados...Les daré un consejo para poder localizarla rápidamente y no estar dando vueltas en un intento por encontrarla, y al mismo tiempo parecer un idiota a los ojos de los demás. Miren a sus pies, podrán apreciar con agrado que van calzados, ya sea con unos bellos zapatos, unas cómodas zapatillas o unas paupérrimas sandalias, de no ver ningún tipo de calzado vuelvan a casa para ponerse unos. Bien una vez que han comprobado que llevan algún tipo de calzado, observarán que se alarga algo negro por el suelo, no se asusten y echen acorrer, de todas formas les seguirá. Tranquilícense y sigan con su mirada esta cosa negra, según vayan avanzando irán viendo como cambia de forma, terminando en una forma redondeada. Sí, eso que ven es su sombra, quédense unos segundos para contemplar su majestuosidad, su belleza, su constancia, podría seguir pero no tengo tanto tiempo. Y ustedes habrán notado que esa majestuosidad solo es latente cuando la sombra esta creada gracias al Sol. He de decir, que aunque una sombra no se proyecte por la existencia cercana del Sol, con luz artificial es bastante buena compañera de penas y alegrías. Menos pomposa pero a veces igual de útil, viendo más allá de ese envoltorio negro, que a fin de cuentas es lo que de verdad importa.
Un sombra también puede ser la compañía perfecta en las noches de tristeza, esas noches de desconsuelo que navegamos durante horas sin ni siquiera coger ningún tipo de embarcación. En esas noches, frías por lo general, hay bajo nuestros desorientados pies tendremos nuestra sombra, nuestra amiga, porque no llamarla así, a la cuál le contaremos todas nuestras penas, nuestras congojas. Ella las escuchará con eterna parsimonia, con desvarío agrado y aunque no nos diga ninguna palabra de ánimo sabes que muestra una sonrisa comprensiva y seguramente aunque no se aprecie mucho nos dará un palmadita sombría en el hombro.
Recuerdo con gracia y alegría como jugaba con ella, perdón que hable tanto de mi, otro día les escucharé encantado. Recuerdo, decía, como jugaba con mi sombra, en aquellas tardes sin nombre, tardes que pasaban desapercibidas por el calendario. Bajaba yo al parque con el Sol empezando a descender la colina del cielo, no necesitaba más compañía que mi sombra y una pelota de plástico verde, el color puede variar, pero no les recomiendo colores oscuros, se puede confundir. Pues así riendo, pasábamos las tardes calurosas. Cuando el astro rey se comenzaba a ocultar bajo las colinas de las despedidas, subía lentamente a mi casa, para poder cenar.
Pero ahora pobre de mí, que la he perdido, la echo de menos y no se como recuperarla, recuerden siempre una cosa, por muy arrastrada que ella parezca, tranquilizaros, siempre se levantará, siempre se llenará de fuerza necesaria para auparos, nunca os va a dejar a solas. Si no esta el Sol, siempre podéis llevar a mano una despistada linterna, un solitario fósforo o un indefenso mechero, así, podréis gozar de su compañía siempre que queráis y en cualquier lugar del mundo.
Ahora voy en su busca, no se donde está, pero me da igual, la encontrare. Puedo oír sus gritos en mi cabeza. Sin mirar atrás salgo de casa hacia donde el destino me quiera llevar.