26 de abril de 2008

Pergamino IX

Hola una vez más. Ya he entregado el relato para el concurso, así que, como decía Cayo Obtusus “Alea jacta est”. Aquí os lo dejo para todos aquellos que no lo habéis leído, a los que si lo hayan hecho deciros que he cambiado el final, y merece la pena leerlo, aunque solo sea el final. Adjuntamente he puesto el de Pullo (Don Severino), indudablemente otra gran historia también.

Un saludo Moler.. . …

P.D. Muchas gracias Isa, parece ser que eres la única que tiene la valentía y las ganas de leerme. Gracias


La historia de un abecedario cualquiera

Hace muchos años vivía en una apartada isla un abecedario, pero no me refiero a uno de esos abecedarios tan especiales que salen en los libros de lengua de sexto curso, este era uno mucho más simple y honrado. Este abecedario lo formaban todas esas simpáticas letras que tan bien conocemos, estaban la M, la S, la L, y muchas más, y por supuesto la más vieja del lugar, la más sabia de la región, la letra A. Eran muy felices y se entendían a la perfección, rara era la vez que discutían airadamente, preferían la paz y tranquilidad que les proporcionaba su hogar. Éste se hallaba en una isla situada encima de ese lejano mar, tan perdido que a muchos les costaba encontrarlo. Al sur de esta paradisíaca isla se alzaba orgullosa la pequeña ciudad donde vivían. La formaban un ayuntamiento, que presidía la calle central de la ciudad, algo más de 10 casas, y los típicos comercios, como el bar, la consulta del doctor, la herrería…. La ciudad estaba bañada por el mar, que desembocaba su furia contra una playa, donde las letras solían acudir a pasar los soleados días del año. Al norte estaba el antiguo muelle con su faro y con su otra playa, y entre ambas se erguían unas pocas pero bellas montañas verdes que inundaban la isla con gran vegetación.

En la primera casa del pueblo, que estaba en la avenida Palabra, vivía la familia Vocales, en un caserío blanco precioso. En la parte principal había una enorme balconada, la cual estaba decorada por un gran volumen de flores, tulipanes, lirios, rosas y hasta begonias. En la parte trasera había una terraza cubierta por una linda tejavana, era el sitio ideal donde poder leer en compañía de una refrescante bebida o poder dormir la siesta arropado por el sol de verano. Debajo, donde el sol radiaba durante todo el día, tenían una pequeña huerta donde vivían una multitud de vegetales plantados. Calabazas y albahaca, que componían los principales platos de la A, dotándoles de un olor naranja y un color de primavera. También tenían cardos y cebollas, pimientos y peyote, lechugas, tomates y demás hortalizas. Por las tardes la O y la U salían a pasear al jardín, se perdían entre el olor de las petunias y pensamientos plantados por ellos mismos. Solían tener largas charlas sobre el espacio, la luna, sus órbitas y demás temas relacionados con el estudio del cosmos. Tanto se ensimismaban en sus pláticas que olvidaban la hora de cenar y la E desde la ventana de la cocina les tenia que gritar para advertirles que la comida ya estaba apunto. Tenían un precioso desván habitado por multitud de murciélagos, y grandes cantidades de trastos viejos con sombreros de polvo a los que rara vez daban uso.

Enfrente de su casa, al otro lado de la avenida Palabra residía una familia muy feliz, posiblemente la más feliz del pueblo, y quizás del mundo. Allí entre crisantemos y hortensias vivían la C y la H, en una casa grande con muchas habitaciones. Eran una pareja feliz, cordial y humanitaria, se conocieron hace muchos años, ni si quiera ellos mismos recuerdan hace cuánto. Ella era una cariñosa y calmada ama de casa, siempre estaba atareada en las labores del hogar, además era una experta cocinera, que dominaba no solo la cocina autóctona sino las de muchos países más. Tenía una buena relación con sus parientes E e I, en cambio le costaba trabajo hablar con las demás, A, O y U, aun así, se esforzaba en dialogar siempre que surgía la ocasión. Él era el herrero del pueblo, un simpático y honrado trabajador mudo, que estaba todo el día en su taller arreglando las herramientas y demás cosas para el resto del pueblo. Los dos se querían con locura y tenían una hija en común, la pequeña CH, una chiquilla muy revoltosa siempre de un lado para otro, comiendo chucherías.

Cerca de la plaza Frase, se alzaba una antigua pero linda casona, abrazada por millares de enredaderas que la hacían un lugar siniestramente bello. Allí vivía la F, un fantástico y fanfarrón filósofo, que en sus ratos libres escribía libros y poemas. Siempre vestía esa larga gabardina negra, vieja y arrugada, que junto con la barba y unas redondas gafas maquillaban su cara. La casa tenía una especie de torre, allí era donde se aislaba, en una ficticia penumbra, para escribir. Era un cuarto pequeño y oscuro, decía que la fuerte oscuridad le inspiraba, pues sus relatos siempre estaban dotados de fantástica fantasía y ficticia ficción. Al verle allí arriba, solitario y oscuro, se contaban viejas leyendas urbanas sobre él a las pequeñas minúsculas. En todas ellas aparecía la F como un siniestro fantasma, fiel a su torre pero de los que paseaban por las noches arropados por la fantasmagórica bruma marítima.

Al final del pueblo, en la calle Coordenadas, vivían las hermanas X, Y, Z, las cuales eran conocidas como “Las Incógnitas”. Eran muy amigas y pasaban la mayor parte del tiempo haciendo multitud de cálculos matemáticos, grotescos y con poco sentido para el resto de letras. Siempre andaban juntas, aunque en ocasiones estaban solo la X y la Y, mientras la Z se quedaba durmiendo.

Una tarde lluviosa y fría, tan oscura que ni el sol se atrevió a salir, las vocales decidieron pasar la tarde en el bar, refugiándose de la penumbra. Allí estaban, las 5 reunidas, al calor de unos cafés que tan bien preparaba la B, el barman, que junto a su mujer la V dirigían con soltura el bar del pueblo. En la mesa del fondo estaban los hermanos M y N, que eran huérfanos y parecía que hubiesen alquilado la tristeza de por vida, ya que, siempre se les veía melancólicos y entristecidos. Estaban en ese rincón, discutiendo sobre algo importante, o eso se hacia ver debido al tono de sus melindrosas voces. Las vocales estaban entretenidas contándose sus cosas, abrumadas por cada nuevo comentario, riendo con las gracias, pasando un buen rato y olvidando la tempestad.

Pasaron varias horas de aquella invernal tarde que trató de pasar inadvertida en un caluroso julio. B y V, detrás de la barra, sin mucho trabajo, se preguntaban por qué hoy no habría venido la W. La W era el simpático borracho del pueblo. Fue la afición que escogió casi desde niño, era alegre a pesar de todo y siempre tenía una alegre canción para amenizar a los parroquianos del bar. Vestido siempre con su vaso de whiskey con hielos, nunca se quitaba el hábito, quizás ni siquiera lo intentaba. Esa tarde no apareció, y la gente empezó a extrañarle. Los rumores sobre su posible desaparición fueron creciendo poco a poco, tanto crecieron que con sus brazos pudieron alcanzar incluso la mesa del fondo, donde estaban M y N. Se miraron fijamente, y acto seguido se levantaron mientras comentaban:

- Puede que no sea tan extraño, nuestra prima Ñ, el ermitaño, también ha desaparecido. Si, sé que se le veía muy poco, pero mi hermano y yo estamos muy preocupados.- Estaban en lo cierto, la Ñ era un ermitaño que aparecía en contadas ocasiones, era un primo lejano de M y N. Siempre estaba encerrado en su casa de la playa, con su sombrero, en soledad, huyendo como loco de la compañía, del calor de otro más, incluso evitaba a menudo su propia sombra.

- Bueno, bueno, tranquilizaros,-dijo en tono conciliador la B- no será nada, seguramente estén refugiados en algún lugar debido a la lluvia, veréis como cuando se pase el temporal, vienen aquí corriendo y vistiendo grandes sonrisas.

Todos quedaron bastante tranquilos con la explicación de B, y retomaron las antiguas conversaciones que la angustia les quitó de golpe.

Al día siguiente ya no había rastro de las nubes ni de la tempestad, el viento del sur se las llevó lejos, posiblemente para no traerlas más. Esa noche el viento había soplado con mucha fuerza, tanto, que la gente pensó que junto con las nubes también había arrastrado la W y la Ñ, en sus vaivenes. La preocupación fue creciendo a medida que el sol subía hasta el punto más alto del pueblo. Todos se echaron a las calles, en busca de las letras perdidas, que no aparecían por ninguna parte, parecía que la madre Tierra se las hubiese tragado. Buscaron por aquí y por allá, incluso se atrevieron a ir más allá, para buscarlas, pero la suerte no les acompañó, era como si hubiese abandonado el pueblo. Esa misma tarde se reunieron en el bar, allí trataron de esclarecer este escabroso asunto.

-Seguramente sea una broma de la W, siempre está alegre y haciendo chistes, indudablemente este tipo de broma tendría su sello.- dijo con gran voz la O.

- No opino igual, mi primo es muy raro, siempre está solo, incluso se nota que es un ermitaño, pero nunca haría nada que nos pudiese preocupar. Estamos muy unidos a pesar de todo.-Dijo la M.

Acto seguido se formó un tenaz murmullo, la B pidió calma.

-Calma, calma, tengo una idea, vayamos a la casa de K, es bastante amigo de la W seguramente él sabrá algo- comentó alguien.

La K, era un solitario, un vagabundo, vestía una chaqueta de cuero marrón, pantalones de pana beiges y unas desgastadas katiuskas negras. Perpetuamente acompañado de su petaca de vodka, siempre bajo su dulce amargor, encadenado a su tristeza. Era muy solitario y su compañía era su sombra, se le veía poco por el pueblo, y casi nunca en compañía de otras gentes, salvo con la W. Vivía solo en el monte en una cueva, se alimentaba de la comida que plantaba en su huerta. Ésta era bastante grande, con muchas frutas y verduras, pero sobre todo le encantaba el kiwi, algo que compartía gustoso con la W. Por cosas del destino los dos eran solitarios, pero pasaban muchos ratos juntos. La K siempre estaba navegando por el mar de su soledad, con la bebida como salvavidas y solo encontró felicidad en esta maravillosa isla. Donde a pesar de ser “el extranjero” las demás letras lo querían y respetaban. Hasta su casa fueron la B y los hermanos M y N. Se pararon justo enfrente de su cueva, su refugio y gritaron para llamar su atención.

-KKKKKKKKKKK- bramó con fuerza la B. La M y la N, estaban demasiado preocupadas para gritar.

-Oh!! Letras por aquí, a que debo vuestra simpática presencia- dijo él con su conocida voz rota.

-Sabemos que eres muy amigo de la W, eres el único que la conoce de verdad. No le he visto por mi bar, quería saber si sabías algo, si había estado contigo estos últimos días.

-Y también ha desaparecido nuestro primo, estamos preocupados- Dijo M entre lamentos

-La verdad es que, hace tiempo que no viene por aquí, y es la primera vez que echo a alguien de menos. No se donde puede estar, siempre fue reservada.- Se quedó unos segundos cabizbajo con al mirada pérdida- Pero, espera, hace un par de días vi a un extraño hombre trajeado al oeste de la ciudad, desembarcó en la playa Texto. Al principio no le di más importancia, pensé que estaría de paso, como tantos visitantes que tenemos. Pero ayer volví a verlo, hasta se acomodó en el viejo faro.

-Bueno esta noche, con el silencio de la oscuridad me acercaré hasta allí a ver si descubro algo.-Dijo valientemente la B.

-Te acompaño, todo esto me intriga tanto que no siento tentaciones de beber en soledad- Comento con una alegría fuera de lo normal la K.

La oscuridad conquistó el pueblo una noche más. Estaba calmada y silenciosa, en un intento de ayudar a las letras la noche encendió un montón de estrellas a modo de linternas. Sigilosamente la B y la K se acercaron poco a poco, pasito a pasito, sin intenciones de alertar. La espesura de la vegetación en esa zona de la montaña era alta, y costaba trabajo hasta caminar. Se acercaron lo suficiente para ver su barco, decidieron no hacerlo más, ya que, se apreciaba una tenue luz en el faro, y algún que otro ruido perdido. Observaron el barco, en su proa se podía leer “Sord-O-Mudo”. Creyeron que era suficiente información por ahora, y se marcharon enseguida, no querían alertar al curioso personaje.

Al día siguiente, con esa información la B y la K decidieron visitar a la S, si alguien podía interpretar ese nombre sin duda era ella, muy sabía e increíblemente lista. Le encantaba leer y tenía conocimientos de un montón de cosas, ciencia, física, historia, arte…esa tarde la llamaron para que acudiese al bar. Estaban reunidos los más notables, B, K, M y N. Discutiendo sobre ese nombre, a nadie le recordaba a nada, ni siquiera sabían su significado. La S, estudió ese nombre, le resultaba lejanamente familiar, sabía que en alguna ocasión había leído ese nombre, pero cuándo, dónde, en qué libro, eran preguntas por resolver, incógnitas que nublaban su mente. Entretanto vino el doctor del pueblo, la D, y dijo que hoy tenía consulta con varias letras y nadie había pasado a verle. Esperaba a la J, que era el marido de la G, también a la H, ambos iban a hacerse unas pruebas caligráficas rutinarias. Ninguno de ellos pasó esa mañana por la consulta, y nadie los había visto en todo el día. Todos se asustaron bastante, ya eran demasiadas las letras que habían desaparecido. Llamaron enseguida a la A, era la alcaldesa, aparte de ser la más anciana del lugar, pidieron su consejo para saber qué hacer, para saber cómo afrontar esta situación tan desagradable.

- Bueno, lo que ha acontecido estos anteriores días, es muy anormal, estoy muy preocupada y agitada. Creo que es primordial saber quién es ese tipo tan extraño de la playa Texto. S, tu ve a casa de la F, buscad a fondo en su antigua biblioteca, seguro que encontrareis algo interesante. Impondremos un toque de queda en el pueblo, en cuanto nuestra Luna querida venga a visitarnos nos iremos a casa y cerraremos todas las puertas y cerrojos. También si es posible me gustaría contar con un par de valientes para que mantengan vigilado al tipo ese. Cuento con vosotros B y K. Recordad no salgáis nunca solos y bajo ningún concepto abandonéis la ciudad.

Antes de poder terminar su discurso entró la Z, temblando, tiritaba como una gota a punto de caer. Estaba muy pálida, raro en ella, le costaba articular las palabras. Tras unos intensos segundos logró hablar:

-Mi… mi hermana X, ha… ha desaparecido…no está, ha desaparecido.

- ¿Estás segura?

- Sí, sí, estoy completamente segura. Esta mañana me he levantado para desayunar y no estaba, y siempre desayunamos juntas. Y hoy no ha aparecido. La Y y yo le hemos buscado por todo el pueblo y ni rastro de ella.-Dijo la Z que a pesar de que se había calmado bastante, seguía un poco intranquila.

- Vaya, la situación es peor de lo que pensaba, ya nos faltan la W, Ñ, J, H y además la X. –Comentó la B.

La S fue a ver la F, estaba seguro que ese viego filósofo tendría en su antigua biblioteca alguna información al respecto. Le abrió la puerta fumando una gran pipa, tras una leve cortina de umo se apreciaba una larga barba vestida con gafas. Después de unas breves esplicaciones bagaron guntos a su pequena biblioteca del sótano. Era una pequena salita de estilo gótico, en la que, entre columnas y antorchas descansaban en altas estanterías un centenar de libros. La gran mayoría viegísimos, escritos en antiguas lenguas, donde no se apreciaba ningún pariente conocido. Estuvieron allí durante unas oras más lentas de lo normal, que parecían que estaban tan viegas y cansadas que no iban a tiempo normal. La P, mayordomo de F, bagó a la biblioteca con una pequena bandega plateada.

-Amo F, senorita S - Se inclinó con una leve y elegante reverencia.- Llevan aquí largo rato y me e tomado la libertad de traerles un ligero tentempié. Unas infusiones de frutas y unas delicias de salmón, que yo mismo e preparado, les ayudará a recuperar las fuerzas. Espero no aberme estralimitado en mis funciones ni aberlos molestado. Senor si me lo permite me retiro a mis aposentos.

-Muchas gracias, en este momento tan importante, a la F y a mi persona nos viene bien recuperar las fuerzas. Gracias de nuevo- contestó amablemente la S.

-Sí, gracias P, te puedes retirar a tus aposentos- Le ordenó la F.

Después de degustar el frugal y sano aperitivo, siguieron con su búsqueda de información. Tras unas diminutas oras, estas al contrario que las otras abían acelerado el ritmo y pasaron casi de largo, la F encontró un libro de istoria antigua. “Istoria Antigua: de antes del nacimiento de las letras” era su título, le pareció bastante interesante y decidieron echarle un vistazo. Encontraron muchísima información del tiempo anterior a su época, los primeros ombres, las civilizaciones antiguas antes de las letras, primeros emperadores… La F dio un fugaz vistazo a esto último y de pasada leyó: El Gran Emperador Don Sord-O-Mudo: Su vida, Su reinado y Su esilio.

Empezó a leer con ganas, se turnaron cuando fue necesario y no cerraron los ogos por nada. Descubrieron multitud de cosas importantes sobre Don Sord-O-Mudo. Una época en la que nadie podía ablar, en un tiempo donde no se conocían las letras toda la comunicación era mediante gestos. A pesar de parecer difícil se entendían perfectamente. Él fue un gran rey de su pueblo, sabio, razonable y muy poderoso que reinó con valentía desde goven. Pronto descubrió, que en esa época que todo se acia mediante gestos, era el único que tenía la capacidad de ablar. A los demás les pareció una locura algo de brugería, fruto de fugaces enagenaciones mentales que solía tener a menudo. Por eso le cortaron la lengua y degaron sordo, además fue esiliado de su tierra natal para siempre. Se fue asta una oscura cueva, en ese esilio, arto de la soledad e incomunicación, comenzó a trazar dibugos en la pared de su cueva. Recordó su capacidad para producir sonidos y transformó eso estravagantes sonidos en dibugos legibles, él fue el creador de nuestro lenguage tal y como oy lo conocemos.

-Vaya que istoria tan interesante y complega. Parece ser entonces que él es nuestro creador.- Digo la F con una gran sorpresa. La S no pudo sino asentir con gesto de asombro.

Entretanto las demás letras se volvieron a reunir en el bar del pueblo. El toque de queda se abía impuesto con el consentimiento de todos y se cumplía con rigurosidad. Asimismo, nadie andaba en soledad por las calles y se vigilaban los unos a otros. Eran tiempos difíciles en el pueblo, una época que les toco vivir, y en la que, sin ayuda de nadie, la tenían que resolver. Abían sufrido catástrofes peores y supieron reponerse para salir airadamente. En el bar algunas voces se elevaban con facilidad por encima de otras.

-¡Creo que tenemos que ir a por él, ay que capturarlo! Se me ocurre que podríamos ponerle un cebo, cuando él se acerque le lanzaremos una red, y quedará capturado.- Sugirió la B

- Tengo una idea megor, para venir asta aquí tiene que atravesar el viego puente. Entonces, podemos acer que el puente entre en resonancia cuando pase, él no oirá los ruidos y no notará nada estrano. Después montaremos abago un tobogán que le conduzca asta una red.-Esplicaba la A.

Fueron rápidos asta el puente para preparar la trampa. Era pleno día por lo que, dudaban que Don Sord-O-Mudo fuese a la ciudad. Era algo que degaba para las frías noches, aprovechando sus sombras para ocultarse. Gunto al puente, ocultos entre la maleza reinante, pusieron sendos altavoces, uno a cada lado, a su vez, debago de éste, colocaron un entramado de toboganes y una red. La trampa era bastante ingeniosa y creían fuertemente que daría resultado. La K y la A se quedaron gunto al puente, una a cada lado, para producir los ruidos que arían que el puente entrase en resonancia. Las demás volvieron a la ciudad a esperar la captura.

La noche se echó encima del pueblo con su bruma una vez más, miles de estrellas la iluminaban en lo alto. Don Sord-O-Mudo salió de su casa y se dirigió acia la ciudad con la intención de capturar alguna letra desorientada en la traicionera oscuridad. Cruzó el puente y cuando se encontraba a medio camino la K y la A comenzaron a acer ruidos, Sord-O-Mudo no se inmutó y continuó su camino, pero de pronto el puente se quebró y este cayó. Don Sord-O-mudo ya estaba capturado.

Al día siguiente con la seguridad que les daba su amigo el Sol, se reunieron en la plaza Frase alrededor de la gaula que contenía a Sord-O-Mudo, para ver que podían acer con él. En ese momento llegaron la F y la S y contaron la istoria que abían encontrado en los antiguos libros. Tras esa istoria, en la que la atmósfera del pueblo se undió en un triste y amargo mar de lágrimas, las letras decidieron, a pesar de que las abía intentado secuestrar, intentar ayudarle. Era su creador y le debían mucho respeto. Él no podía ablar porque le abían cortado la lengua, así que, sus cuerdas vocales no podían cantar los nombres de las letras para poder dialogar. La única forma de comunicarse con él era escrita. Pronto, viendo la buena voluntad de las letras, las llevó a todas al viego faro, donde ellas pensaban que seguirían secuestradas las demás. Durante el camino, Don Sord-O-Mudo se percató de la ausencia de las letras J, H, W, Ñ y X por lo que pronto pudo comprender cual era el motivo de la indignación que sufrían. Al llegar al faro, se dieron cuenta de que no se encontraban allí sus amigas. No abían sido secuestradas, sino que la malvada bruga Borragoma de la que ablaban las antiguas leyendas, había acabado con sus compañeras. Entonces Don Sord-O-Mudo, al ver la frustración de sus queridas ijas, volvió a crearlas como antaño lo iciera en aquella oscura cueva.

Una vez todas juntas de nuevo, felices y contentas decidieron organizar una gran fiesta. A pesar que Don Sord-O-Mudo no era una letra se convirtió en uno más del pueblo, y como creador fue convertido en el nuevo alcalde por votación popular. Él mismo acudió en persona, con sus trajes de gala a la fiesta de celebración. Fue la fiesta de unión, de la amistad, incluso se vio reír y conversar a la Ñ, como si fuese una más, olvidando su penurias. La K bajó de su cueva para unirse a todas, al igual que la W, ambos dejaron sus botellas aparcadas esa noche, bebiendo solamente agua y algún que otro distraído jugo de frutas. Todas las vocales salieron de casa con sus gorras “Tilde” puestas, querían hacerse notar en la fiesta. La celebración se fue alargando hasta que el Sol con su alegre sonrisa les dio los buenos días. Entonces se fueron todas a dormir, estaban cansadas, pero muy felices al encontrarse todas juntas otra vez como en los viejos tiempos.

Y esta es la asombrosa y fantástica historia de este abecedario, un abecedario cualquiera, con sus simpáticas letras, con sus inverosímiles vivencias. Sin duda les debo mucho, sin ellas esta historia no hubiese sido posible. También quiero dar las gracias a Don Sor-O-Mudo, él fue el creador de las letras que tan buenos ratos nos han dado. Además volvió a crear las letras desaparecidas, pues de no ser así, me hubiese sido imposible terminar este relato. Al mismo tiempo, palabras tan bonitas y rimbombantes como: sexagenario, yuxtaposición, xilófono, jurisprudencia… no se volverían a escuchar jamás.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ohh! Moler! No se merecen! Claro que te leo! Y supongo que si no te leen estos melones será más por falta de tiempo que por falta de ganas, jeje. Suerte con el cuento!
Mñn me leo la historia nueva, si me acuerdo, que es larga y hoy no me apetece, tengo sueño!

Mike dijo...

Jeje! Me gustan los cambios le dan un aire más elaborado, y enriquece la historia...
Muxa suerte con el cuentooo