18 de abril de 2008

Pergamino VIII


Hola,

Hoy os pongo una historia un poco diferente, la vida del joven escritor es muy dura y no me quiero encasillar ejje. De esta historia me gustó mucho el final, pero dentro de poco volveré a las de siempre, historias de lavadoras, historias caducadas… que son las que más me gustan a mi también. Cuando termine el relato bueno, ya dentro de poco, porque la fecha límite es la semana que viene, pos lo pondré por aquí, y quien sabe ojala resulte vencedor. A seguir bien

Moler.. . …

Amor propio


Era una noche fría, áspera y húmeda, a pesar de esto, el teatro estaba repleto, la gente salió de casa esa noche y decidió acudir al teatro, intentando obviar al frío. Escondiéndose de él, intentando confundirlo con ropas de abrigo. Algunos lo lograron y llegaron al teatro perfectamente, sin un solo castañeteo de dientes, otros en cambio llegaban tiritando, temblando de frío.

La obra empezó con unos minutos de retraso entre un ensordecedor murmullo, un arrugado alboroto que iba descendiendo a medida, que ascendía el telón. El murmullo se transformó en aplausos hechos de calor, hechos con cariño, cuando el plantel de actores salió jocosamente a escena.

La obra terminó, fue espectacular, de esas grandes obras de teatro que a todos gustan. El público entusiasmado se levantó de sus asientos, y todos de pie despidieron a los actores, con el aplauso más grande que se haya escuchado jamás. La complicidad entre actores y público había sido especial y eso se notó en el aplauso

Fran estaba recogiendo su abrigo cuando la vio. Era una mujer bellísima, rubia y de ojos verdosos, iguales que el mar. Ella estaba de pie, esperando para salir, en el anfiteatro de enfrente, hizo un gesto para girarse y entonces lo vio, vio sus ojos que la miraban fijamente. Ella hipnotizaba por su belleza, hizo lo mismo, fueron unos segundos, casi minutos donde el mundo se detuvo, dejo de orbitar y se mantuvo estático mientras aquellos dos se miraron fijamente, en algo que pareció durar años.

Al día siguiente Fran se despertó temprano, en su cabeza, todavía tenía a esa mujer, su penetrante mirada, su espectacular belleza. No se la podía quitar de la cabeza, y de algún extraño modo sabía que ella también pensaba en él del mismo modo.

Fran estaba en el trabajo, no podía concentrarse en nada, ella era la dueña de sus pensamientos, dominando cada suspiro y cada acción. A la tarde se puso sus pantalones de deporte, cargó el mp3 con las mejores canciones de moda y salió a correr por el parque. Le encantaba mantenerse en forma y salir a correr, más aun, cuando algo lo estresaba y no le dejaba concentrarse. Tenía a aquella chica metida en la cabeza y por eso salió, pensaba que era una buena de tratar de olvidarse de ella, pero es difícil olvidar algo si quieres recordarlo para siempre. Dio un par de vueltas por el parque cuando la vio, sí, era ella, también estaba corriendo, y parecía que era por la misma razón. Se cruzaron y se miraron, de pronto el viento dejo de soplar, las hojas encontraron un sitio cómodo en el aire, y se quedaron quietas suspendidas en la inmensidad. Giraron la cabeza y siguieron adelante sin volver la vista atrás, era lo mejor, lo más sencillo, pero dados 3 pasos, viraron la cabeza al mismo tiempo dando un último atisbo.

Fran pasó la noche en blanco, como siempre pensando en ella. Dando vueltas en esa cama por la que tantas mujeres pasaron, pugnando con las sábanas y con la almohada, intentando ser el director de orquesta, el gobernador de aquella región mullida de su habitación. Así pasó una de las peores semanas de su vida, sin ganas para nada, distraído en un insensato trabajo, perdido en una soledad de puertas de madera. Llorando lágrimas de amargura por poder verla otra vez, unas lágrimas que no podían aguantar los cimientos de una casa que tentaba a la suerte por caérsele encima. Pero por fin ere viernes, por fin podía salir divertirse con los amigos, a olvidar la realidad que le tenía encadenado con eslabones de amor. Fran se preparó a conciencia, sacó a relucir sus zapatos de charol, su jersey de pico y su polo Lacostte. Fran se dio un festival de colonia pensando en lo buena que sería la noche, pero de algún modo tenía la esperanza, una maldita esperanza que la volvería ver esa noche.

Habían quedado en un céntrico bar, donde todas las semanas un grupo de soul amenizaba las veladas de los más tristes. Pero por cosas del destino, hoy no cabía más tristeza en el bar por la presencia de Fran. Esta noche actuaba, ante una decente multitud un nuevo grupo de pop-rock de la ciudad. Allí estaban Fran y sus amigos con unas cervezas, invitadas estelares de una mágica noche, riendo, charlando, disfrutando del grupo y de la compañía que ellos mismos formaban. La siguiente ronda la tenía que pagar Fran, se levantó y se fue hasta la barra, el concierto ya había terminado y mucha gente se concentraba en ese momento en la barra del bar, deseosos por brindar con su garganta por una gran actuación. Pese a el gentío, Fran solo pudo ver una persona, sí, era ella, de pie en la barra, preciosa, con su pelo rubio, y un vestido rojo. Fran se quedó, pensativo, boquiabierto, de entre todos lo bares, como era posible que ella estuviese en este. He de hablar con ella, se dijo Fran, se armó con un valor que extrañamente tenía, y se fue muy decidido hasta ella. Se puso frente a ella, antes que pudiese decir o hacer nada ella se dio la vuelta, como sabiendo quién tenía detrás. Se miraron unos segundos y como nadie sabía muy bien que decir, se besaron apasionadamente, si con una mirada consiguieron casi parar el mundo, con un beso eran capaces de todo. Después de unos interminables segundos, se detuvieron, y horrorizados se dieron cuenta que eran la misma persona.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"es difícil olvidar algo si quieres recordarlo para siempre"


HHaaaaaaaaaaaaaaaaaaaiiiiiiiiiiii (suspiro)

A ver si hay suerte en el concurso, Moler!

Esta historia es muy real! Y tiene un final que casi asusta! :O La misma persona... no tengo muy claro si eso es bueno o malo... :)

Sigue escribiendo, y yo, seguiré leyendote! Un besito! muas!